Si la teoría de cuerdas es correcta, en alguna de las dimensiones paralelas que cabalgan invisibles con nosotros, la Guerra Civil española nunca tuvo lugar. En esa dimensión imperceptible, la República siguió siendo republicana, con sus conflictos y sus errores, para evolucionar, quizá, hasta una democracia parlamentaria.
En esa otra España, Federico García Lorca, Pau Casals, Luis Buñuel y otros muchos permanecieron en sus hogares para reinventar el arte del siglo XX y el siglo XX mismo, década tras década, dejando una larga y brillante herencia para las futuras generaciones de artistas españoles.
En esa España paralela, el terrorismo vasco nunca existió, y las tensiones regionales se solventaron con acuerdos consensuados por todos. La Pasionaria nunca lo fue porque no hizo falta, como tampoco hizo falta elegir entre silencio y cordura, entre exilio o muerte, entre patria y libertad. En ese país que convive con el nuestro, jamás un tanque horadó las calles de Valencia, y jamás la Iglesia arropó a fascistas confesos. En esa tierra, sin Rey ni príncipe, sin revisionismos ni negaciones, sin vencedores ni vencidos, la Historia no fue rota por los disparos y la mezquindad. Allí los cementerios rebosan cadáveres porque las cunetas nunca fueron socavadas para enterrar la vergüenza. Allí la dignidad se impuso siempre a las ideas. En los pueblos de esa España no hay España negra, ni silencios heredados por tres generaciones. No hay fantasmas en ese país de la luz y la razón.
Al otro lado del espejo cuántico cabalga una España que pudo ser. Hace 70 años que nos la arrebatamos definitivamente. Pero sigue ahí. Justo a nuestro lado.
por Jose A. Pérez
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