A finales de la década de los 40, Bertram Forer, profesor de psicología en la Universidad de Massachusetts en Amherst, entregó una hoja de papel a sus alumnos que contenía, en un pequeño párrafo, una descripción personal, y les pidió que la puntuasen del 0 (no ha dado ni una) al 5 (¡soy yo!). También les pidió que levantasen la mano si creían que, en líneas generales, el retrato era preciso.
El texto impreso en la hoja de papel podría ser algo como lo siguiente:
Tienes la necesidad de que otras personas te admiren, pero tiendes a ser crítico contigo mismo. Aunque tienes algunas debilidades en tu personalidad, generalmente eres capaz de compensarlas. Tienes unas habilidades no explotadas que no has utilizado para tu propia ventaja. Disciplinado y autocontrolado en la apariencia exterior, tiendes a estar preocupado y a sentirte inseguro por dentro. A veces dudas acerca de si has tomado la decisión acertada o hecho lo correcto. Prefieres una cierta cantidad de cambios y de variedad y no te encuentras satisfecho si estás muy limitado o restringido. Te enorgulleces de ser un pensador independiente y no aceptas las afirmaciones de los demás sin una prueba independiente. Por otra parte, has descubierto que no es sabio mostrarte a los demás con demasiada franqueza. A veces eres extrovertido, afable y sociable, pero otras eres introvertido, cauto y reservado. Algunas de tus aspiraciones tienden a ser poco realistas.
Tras repartir la tarea, Forer se encontró con que prácticamente todos los alumnos tenían la mano levantada. La miga estaba en la elaboración del texto. Forer había cogido un libro de astrología, había escogido un puñado de frases de distintas predicciones y las había mezclado, generando el párrafo de ahí arriba, que era exactamente el mismo para todos sus estudiantes. El 87% de éstos decidió que su descripción merecía un 4 o un 5 como nota.
El experimento de Foster demostró algo que más de un lector de este blog encontrará conocido y evidente: la astrología no necesita ser precisa para parecer precisa. Basta un puñado de generalidades para que el cerebro del creyente (o del conejillo de indias de turno) haga el trabajo de buscar los huecos para las piezas, y no al revés.
(Todo esto está extraído de Quirkology, un excelente libro de Richard Wiseman que me ha tenido con la nariz entre sus páginas con más interés que prácticamente cualquier otro este año (a la par con Flat Earth News). En castellano está editado como Rarología.)
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